AMLO ganó más del 50% de votos en 2018 y Morena tuvo mayorías en el Congreso; ¿qué pasará con el partido en las próximas elecciones?, sobre esto reflexiona Enrique Quintana.
enero 06, 2024 | 20:55 pm hrs
Las instituciones políticas mexicanas que se crearon en los últimos 30 años tuvieron como premisa que en México ya no habría un partido mayoritario como lo fue el PRI.
Por eso, se diseñó un esquema para poder gobernar con tres grandes fuerzas políticas que eventualmente iban a ser protagonistas de la alternancia: PRI, PAN y PRD.
En 1986, una reforma al artículo 54 constitucional estableció que al partido que obtuviera la mayoría de los triunfos en las elecciones distritales, en el caso de los diputados, se le asignarían diputados plurinominales para llegar al 51 por ciento de las curules en la Cámara.
Eso puso como objetivo alcanzar el 42 por ciento de los votos para conseguir la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Ya no estaba vigente la llamada ‘cláusula de gobernabilidad’ y el PRI sólo obtuvo en esa elección el 38 por ciento de los votos.
En el año 2000, a pesar de que por primera ocasión se produjo la alternancia en la presidencia de la República y Vicente Fox ganó la elección con el 45.5 por ciento de los votos, los partidos que lo respaldaban obtuvieron solo el 39.1 por ciento para diputados y el 39 por ciento para senadores. No se llegaba al 42 por ciento.
Se consolidaba así en México un sistema de pesos y contrapesos que obligaba al Ejecutivo a negociar en el Legislativo.
Se hizo célebre la frase de Fox: el presidente propone y el Congreso dispone.
En el 2003 esta circunstancia se mantuvo pues el partido en el poder (PAN) obtuvo solo el 31 por ciento de los votos.
En las controvertidas elecciones del 2006 que fueron ganadas por Felipe Calderón con el 35.9 por ciento de los votos, el PAN obtuvo el 34.4 por ciento de los votos tanto para diputados como para senadores y siguió sin el control del Congreso.
La elección del 2009 todavía reforzó más esa circunstancia pues el PRI se convirtió en el partido con más votos, al alcanzar el 36.7 por ciento, dejando al PAN en segundo lugar.
En 2012, pese al triunfo de Peña, que ganó la presidencia con el 38.2 por ciento de los votos, poco más de seis puntos por arriba de AMLO, el PRI y sus aliados volvieron a quedarse solo con el 39.2 por ciento de los votos para senadores y el 39.9 por ciento para diputados. No lograron llegar a la ‘cifra mágica’ del 42 por ciento.
En 2015, el PRI alcanzó apenas el 31 por ciento de los votos, expresando ya su tendencia a la baja.
Las elecciones del 2018 rompieron todos los moldes.
Las instituciones, que estaban preparadas para funcionar con partidos sin mayorías absolutas y mucho menos calificadas, hicieron agua.
AMLO ganó la presidencia con el 53.2 por ciento de la votación, la mayor desde que tuvimos una democracia realmente funcional.
Ese porcentaje fue menor, sin embargo, en el Congreso. Fue de 45 por ciento tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
En el primero fue suficiente para alcanzar la mayoría absoluta, y en la segunda, mediante una ‘ingeniería electoral’ con los partidos minoritarios y a través de deserciones de otras fuerzas, alcanzaron la mayoría calificada.
En 2021 esta situación se revirtió pues con las nuevas reglas, a pesar de haber obtenido el 45.9 por ciento de los sufragios entre Morena y sus partidos aliados, ya no fue suficiente para la mayoría calificada pero sí para la mayoría absoluta.
El proyecto de largo plazo de AMLO, que implica todo un paquete de reformas constitucionales, requiere tener en 2024 mayorías calificadas en las dos cámaras del Congreso.
Si no se consiguen dichas mayorías, los márgenes de acción de la 4T van a ser mucho más limitados.
Si Morena y sus aliados las consiguieran o quedaran cerca de conseguirlas, creo que veríamos el comienzo de un nuevo capítulo en la historia del país que nos regresaría en buena medida a los tiempos previos a los 90, con un partido mayoritario que detentaría el control pleno de la vida política en México.